24 de septiembre de 2015

Poema sin nombre



Y qué sabrá
del dolor,
cuando nunca
sintió el filo del aire
cortar sus venas.

Cuando nunca supo
qué es vivir
estando muerta;
cuando todo es inercia
y para poder vivir, anestesia.

Y qué pensará
con cada negación
de la palabra y la acción.
Puntas de flechas clavadas
en la piel fina que atesoro.

Y qué sabrá,
si no supo, ni pensará
jamás que el pedestal,
donde se alza,
se hará pedazos.
Como hizo mi corazón.

-Verónica Calvo-

-Imagen: KatiaChausheva-

21 de septiembre de 2015

Patrick Rothfus: Caminos a lugares seguros




Quizá la mayor facultad que posee nuestra mente sea la capacidad de sobrellevar el dolor. El pensamiento clásico nos enseña las cuatro puertas de la mente, por las que cada uno pasa según sus necesidades.

   La primera es la puerta del sueño. 
   El sueño nos ofrece un refugio del mundo y de todo su dolor. El sueño marca el paso del tiempo y nos proporciona distancia de las cosas que nos han hecho daño. Cuando una persona resulta herida, suele perder el conocimiento. Y cuando alguien recibe una noticia traumática, suele desvanece o desmayarse. Así es como la mente se protege del dolor: pasando por la primera puerta.

   La segunda puerta es la puerta del olvido.
   Algunas heridas son demasiado profundas para curarse deprisa. Además, muchos recuerdos son dolorosos , y no hay curación posible. El dicho "el tiempo todo lo cura" es falso. El tiempo cura la mayoría de heridas. El resto están escondidas detrás de esa puerta.

   La tercera es la puerta de la locura. 
   A veces, la mente recibe un golpe brutal que se esconde en la demencia. Puede aparecer que eso no sea beneficioso, pero lo es. A veces, la realidad es solo dolor, y para huir de ese dolor, la mente tiene que abandonar la realidad.

   La última puerta es la de la muerte. 
   El último recurso. Después de morir, nada puede hacernos daño, o eso al menos nos han enseñado.

-Extraído de "El nombre del viento, capítulo Caminos a lugares seguros" de Patrick Rothfus-


-Imagen: Brooke Shaden-

13 de septiembre de 2015

Dónde...

Ah, aquellos tiempos felices... 
Hoy se hace invierno
este interior anidado de recuerdos.
¿Dónde fueron las caricias,
los besos y aquel sol
que bañaba nuestros cuerpos?
¿Dónde fueron las miradas,
las manos entrelazadas
por las calles algarveñas?

Y los poemas…
Ah, aquellos poemas
escritos en tu piel
con el sudor de la mía.
¿Dónde se fueron?
¿A qué mar sucumbieron?

-Mañana será otro día…
Pero hoy, la sombra, eclipsa.

-Verónica Calvo-


-Imagen de Lylia Corneli-