16 de marzo de 2011

Pareja



Te honro y me honro
siendo respeto en tu vida.
Porque camino a tu lado,
como a mi lado en el mío caminas.
Soy en tí, reflejo tuyo
y tú eres yo cuando me miras.
Comparto con generosidad
esta experiencia contigo,
y me entrego a tu amor
con alegría y renacimiento.
Libremente te amo.
Libremente a tu lado me quedo.


(Del poemario © "Las reflexiones del Camino" que está creciendo con gratitud y amor)

-Fue publicado en “Poetas andaluces de ahora”-

13 de marzo de 2011

La mujer abstracta




Llegaba entre la bruma con su maletita tan vieja como su espíritu a aquel pueblecito perdido y remoto.
Extraños acentos tan lejanos al suyo, rostros curtidos de sal y aire, olores de leña y un paisaje tan distinto al que conocía.
Se paró momentáneamente y sintió la humedad adherirse en forma de invisible agua a sus mejillas, a su pelo, a su corazón.
Sin más rumbo que lo dictado por su instinto, se encaminó por una calleja empedrada que tenía al frente. Su paso era decidido, pese a todo, pese a que estaba allí para no seguir arrastrando su vida por los laberintos de la insatisfacción, para olvidar todo lo que atrás quedaría en el día a día del anonimato.
Enseguida encontró un lugar que parecía acogedor donde se instalaría hasta que encontrase un lugar al que llamar hogar, aunque de esto no estaba muy convencida, al menos lo intentaría.
Frente al coqueto hostal que olía a madera y flores silvestres de alta montaña se encontraba "La taberna de la esperanza".
Se sentó en la cama. Mejor dicho, se dejó caer, abandonando sus brazos en su regazo y se quedó sentada, con las piernas bien juntas y la mirada ausente perdida tras el fino visillo de hilo del ventanal que tenía al frente. Así, divisaba el mar entre bruma, entre vacío interno, con esa mezcla de amargura y esperanza.
Estuvo no se sabe cuánto tiempo hasta que sin más, tal y como se había dejado caer, se levantó y como un autómata de feria, se dispuso a deshacer el pequeño equipaje que había decidido conservar en su nueva vida.
Después durmió sin sueños pero tranquila y se despertó como se había acostado: vacía pero serena.

Entró en "La taberna de la esperanza". Se sentó en un rincón y se dispuso a observar la vida que bullía a su alrededor... ¡cuánta soledad la embargó!... pero allí se quedaría, siendo una más entre los extraños.
Allí pasó el tiempo cargado de vida para todos, hueco para la mujer que encontró algo que podría llamar hogar muy creca de la taberna, que en realidad era su hogar.
Dicen que su extraña presencia se hacía muy evidente pero que como ella parecía caminar de puntillas para pasar desapercibida, como pidiendo perdón por existir, nadie se atrevió a saludarla.
Hasta que llegó él a "La taberna de la esperanza" y se sentó sereno a la espera de que el aguacero norteño cesase café en mano y sonrisa complacida.
Ella reparó en su guitarra. Entonces sucedió lo que nadie esperaba: se levantó con vigor, se sentó frente al hombre, con la mirada pidió permiso para tomar la guitarra y delicadamente, entre sus manos que acariciaban el mástil, dicen, que por primera vez sonrío.
Cerró los ojos, se levantó, trajo la botella y el vaso de vino, apuró unos tragos cortos y cerrando los ojos de nuevo, brotó de su interior una canción cargada de poesía y sentimientos.
Y así día tras día la mujer abstracta, que es como empezaron a llamarla, esperaba sin saberlo, la aparición la guitarra.
Siempre apuraba los tragos antes de cerrar los ojos y elevar su espíritu por encima de huidas, recuerdos que trataba de olvidar y desilusiones pintadas en tonos pastel.
Nunca hablaba. Nunca respondió a las preguntas de él. Sólo decía "vivo para olvidar".

El se fue del pueblo entrañable que siempre olía a leña y que parecía estar envuelto en la bruma a excepción del mes de julio. Se fue con su guitarra y compuso una canción teñida de tristeza al recuerdo de la mujer abstracta.
Ella se quedó en su rincón frente a la botella de buen vino, cargada de recuerdos que intentaba olvidar mientras vivía.

Si pasas por allí llévala una guitarra y deja pagada una buena botella de vino. Te lo agradecerá desde su eterno silencio.


(Este texto está dedicado a Nacho, que me inspiró con su canción)

(22 de marzo de 2009)

23 de febrero de 2011

A mi padre



Hoy no te compré flores,
ni encendí en plegaria una vela.
Hoy sólo pude sentir tu ausencia
y recordar el verdor de tus ojos.



(21 de febrero. Mi padre cumpliría años)

27 de diciembre de 2010

Me entrego




Cuando me entrego feliz a los desvelos
que arrinconan mis sueños,
y abro mi esencia al placer de tu fuerza,
siento que renazco y muero
en este laberinto donde desespero.

Me distraigo en tu belleza.
Quiero arañar tu cuerpo,
morderte por entero,
sublime castigo que ansían mis sentidos.

Y me pierdo... Y te sueño...
Cierro los ojos y te poseo.

Lentamente, amor,
pausadamente...

Recorreré los caminos
que me llevan a la esencia,
donde la caída es sublime
y el alma se eleva en unión,
perfecta, acoplada y auténtica,
siendo todo y nada contigo.

No hace falta luna,
ni velas ni melodías,
solo tu presencia y la mía,
en esta mágica noche donde consumiremos
en cuerpo y alma, estas ansias que nos empañan.

(Imagen: Natalie Shaw)



20 de diciembre de 2010

Doce mariposas



Ustedes perdonen mi osadía de ser como me gusto, siento y soy.
Decirles desde este rincón paralelo que las religiones me parecen paradigmas nacidos de la ignorancia y la manipulación. Y créanme, las he estudiado, meditado y reflexionado. No, no me alce el dedo y mucho menos la voz. Si quiere, si de verdad le importa, tomemos un café y expongamos el alma, yo le diré lo que creo y siento. De Torquemadas está el mundo lleno, qué desgracia para el espíritu libre.
Añado que no soy consumista, que los publicitarios me catalogan como "socio consciente", lo que significa que es muy difícil venderme productos, que sé lo que quiero y valoro lo que necesito. Gasto mi dinero en lo que quiero, no en lo que ellos quieren. Vamos, que ni moto, ni burra ni compulsión, ya me entienden.
Me gusta regalar cuando lo siento. Y además, pierdo mi tiempo en pensar en esa persona... qué le gusta, cómo es, necesita esto o aquello... Nada más impresentable que la colonia que nunca usaremos, el anillo que se cae o no pasa por más que lo intentemos, o esas figuritas compradas a las prisas, horribles e inservibles que acumulan polvo o van al olvido.
Cenas. Las pesadas y tediosas cenas que se avecinan... No me refiero a las familiares, que nadie piense que estoy desheredada.
Comprendan que algunas personas no disfrutamos con el sacrificio animal, que no estamos enfermos ni tenemos carencias de nada (bueno, en el interior suele haberlas, y grandes, penosas y silenciosas), que preferimos una buena ensalada a un plato de ese exquisito jamón pata negra (ya escucho desde aquí los rumores y los descalificativos, estoy acostumbrada, no teman).
He conseguido escapar de la de "compañeros" pues la "empresa" no tiene dinero para este despilfarro aunque se atiborren todo el año con sus sueldazos indignos y mezquinos que los endiosan y los vuelve insolidarios (dejémoslo ahí), pero la cena con "mis chicas" no me la quita ni la caridad. Bueno, al menos pasaremos un buen rato y si hay buen vino tinto, que me quieten lo " no bailao". No se preocupen, el coche se queda en su plaza.
Cena en familia, la del veinticuatro, pero sólo porque no pude visitarles en verano y hace muchos meses que no nos vemos. Y volveré  a mi guarida, no lo duden, tras cuatro días de mantener el tipo en todos sus sentidos.
Y es que hay cenas absurdas que evidencian las tristezas, las ausencias y la falta de coherencia. Al menos nos reunimos y pasamos un buen rato ignorando la tradición. Se imaginarán que no soy tradicionalista, claro.
 Permitanme una confidencia: el mejor fin de año lo pasé en una habitación de hotel en Buenos Aires, con un sandwich de queso frío (no podían calentarlo pues en la cocina por no quedar, creo, no quedaba ni una mísera cucaracha), una botella de agua "Evian" escuchando las sirenas de los barcos festejar que estábamos en otro año... cuánta alegría, otro año. Pero al menos en mi vida, nada cambia sólo por pasar de un año a otro. Y encima, al día siguiente todo es más caro y mi salario es el mismo que hace cuatro años.
Me aburren los propósitos y las supersticiones: al gimnasio no me apunto (lo que me faltaba, horas extra), clases de esto o lo otro de momento no, llenarme de oro para la suerte (ni lo tengo ni creo en eso), ponerme la ropa interior roja para lo mismo, beber cava (y no es que sea anti catalana, que no participo de esas campañas, es que no me gusta, yo soy de champagne français de l'exquis).
Olvidaba decirles que he crecido entre dos culturas. Fíjense, en una de ellas el año nuevo se celebra en junio. Y con estos extremos para nada he sido tradicionalista. Una vez alguien me metió la uva más grande del mundo en boca porque no entendía que no siguiera la tradición. Y lo hizo con nocturnidad, alevosía y gran dosis de prepotencia.
¡La tradición de tomar las doce uvas de la suerte! ¡Yo tomaría doce mariposas para transformar mis mareas negras en calma!
No se preocupen: ni por religiosidad, que es lo que en coherencia deberían ser estas "fiestas", ni por consumismo ni por tradición, me van a ver en este maremagnum. Me he liberado.
Me quedo en casa, cómoda, sola, con mi pijama, calentita, con mi libro, mi música o viendo esas tres películas que tanto me gustan y que me sé de memoria.
Total, al día siguiente será otro día y pasaremos a estrenar un nuevo calendario.

Y como ya saben que estoy en contra del maltrato animal, no sigan mi idea de tragar doce mariposas, pero como dicen que en Navidad todo es posible, prueben a tomar las uvas transformándolas en imaginarias mariposas y olviden la suerte, que ella sólo se aparece a quien se calma y con coherencia piensa y actúa.
Sean felices, sin importar el resto y sus cosas.
Les deseo de todo corazón que la Noche de Paz lo sea realmente y que se instale en sus vidas todo el año.